viernes, 2 de septiembre de 2016

La magia de una sonrisa


Tenía once años al comenzar el secundario, en 1963.
Iba al Instituto Dámaso A. Larrañaga, en el cruce de Jaime Cibils con la ex Avenida Centenario, hoy Dr. Dámaso A. Larrañaga en honor al fundador de la Biblioteca Pública, un cura escritor y naturalista contemporáneo del prócer José Artigas.

Por sorteo me tocó el mismo salón que utilizaba -en el horario matutino- un tercer año en el que casualmente cursaba mi primo hermano Waltito. Y también una bellísima y espigada muchacha toda simpatía y distinción que respondía al nombre de Julia Möller.



Casi todos los chicos entrábamos temprano al liceo, esperando junto a la puerta el término del turno anterior, para recibir a la salida de su última clase la sonrisa cálida de Julia. 

Años más tarde, por el 68 o 69, tanto ella como yo cursábamos Magisterio, y la sonrisa de Julia se habá convertido -si cabe- en más luminosa. Y en ese tiempo, creo, fue elegida Miss Uruguay, abandonó la carrera y dejé de verla diariamente, pasando a verla únicamente por televisión.

Hoy la vi siendo entrevistada en un programa y juro que, aunque pasaron cuarenta y cinco años, su sonrisa y su físico privilegiado siguen intactos. Su manera de tomar asiento, cruzando las piernas larguísimas con gracia y donaire, es la misma. Rubia, claro. Porque las mujeres aquí cuando crecen se vuelven rubias, contrariamente a aquellos que nacen rubios y el pelo se va oscureciendo con el tiempo...

¡Qué lindos recuerdos me trajo! Volví a ver un pasillo ancho, por el cual nervioso y menudo el director del instituto llamaba al orden a los revoltosos. Y a aquella Julia cargada de libros y cuadernos enfundada en el uniforme azul, con la corbata roja ciñendo prolijamente su cuello, bromeando con mi primo que todavía no lucía ni dejaba adivinar su hoy calva cabeza...
Las profesoras adscriptas Leonor Escuder y Sonia Breccia eran veintiañeras, de pelo rizado y largo recogido en prolijas coletas. Y tantos compañeros y compañeras con los que compartimos esos plácidos cuatro años en los que ni soñábamos con una dictadura como nos tocó después...

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