sábado, 10 de septiembre de 2016

Attenti al ladro!

En la feria de Tristán Narvaja todavía se venden camisetas con el rostro estampado de José Mujica. El puesto está bien cerca de la sede del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, cuyo relato histórico está bien lejos del Mujica de hoy.


Y este Mujica tampoco es el mismo caudillo que enamoró a la mitad del país que lo llevó a la Presidencia. La agenda de derechos ciudadanos –despenalización del aborto, legalización de la marihuana y matrimonio igualitario– puede que no haya sido suficiente trampolín para el gobierno de Tabaré Vázquez.

La ausencia de acciones en el plano de la educación y la infraestructura -a excepción del área energética- así como las pérdidas en ANCAP, transformaron a Mujica en blanco de mal humor de propios y ajenos, muchos de los cuales lo creen acabado. Pero no.

Así como la gestión puede encontrarse entre las debilidades del expresidente, su habilidad en la estrategia política está entre sus principales fortalezas. En 2009 logró esconder hasta el final su propósito de luchar contra Danilo Astori por la candidatura presidencial. Se ocultó en un desierto pelado, a plena luz del día, rodeado de micrófonos. Y desde la Presidencia la fórmula de la seducción siguió haciendo estragos. 

Tal vez aquella magia perdió poder, pero Mujica se guarda algunos "gualichos" bajo el poncho. En el primer año y medio le otorgó gobernabilidad al presidente, aunque no se privó de clavarle alguna banderilla como el rechazo al avión de uso presidencial. 

Y mientras Mujica se cuida de no caer en la trinchera de la interna, algunos sueños presidenciales empiezan a complicarse. Son los casos de Raúl Sendic y Danilo Astori, aunque el ministro podría recuperarse para 2019 del ajuste fiscal y del enredo por la evasión de aportes al BPS. El intendente Daniel Martínez también está allí, en el hangar, pero nada dispuesto a pelear una interna con los popes.

¿Y Mujica?

Es el político más popular del Frente Amplio según la última encuesta de la firma Opción Consultores. Falta mucho y es verdad, pero los numeritos cuentan a la hora de trazar estrategias políticas. La cosa es que Mujica además de votos tiene el 70% de la estructura del Frente Amplio que elige a los precandidatos, y define los programas. El expresidente dice -en privado- que "ni loco" se postula de nuevo –y esas no son exactamente sus palabras, imaginen...– Puede que esa sea su intención –aparecen los flashes en el desierto–, pero Mujica no va en política por el camino recto; el zigzag es su trayecto, y en el rodeo está el amague.

Si fuera candidato o precandidato, debería afrontar entre una y tres campañas electorales –interna, primaria y eventual balotaje– con 84 años. En caso de victoria, asumiría con 85 y terminaría el mandato con 90.

Si su popularidad obligara a su sector y al Frente Amplio a postularlo como titular de la fórmula para evitar una derrota a manos de los blancos –por primera vez en muchos años primeros en una encuesta–, podría ser acompañado por una figura de peso en la vice para el caso de una renuncia anticipada y preanunciada. También sería posible que asumiera él mismo el rol de candidato a vice para potenciar una fórmula con su presencia. Aunque a nadie se le ocurriese utilizar este tipo de ingeniería electoral, lo cierto es que la voz del expresidente será crucial para las candidaturas del Frente Amplio.

Se viene Mujica y no lo verá nadie. Salvo quien busque allí donde nadie mira. 

Claudio Romanoff para El Observador


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