sábado, 3 de septiembre de 2016

Amicus Plato, sed magis amica veritas

"Soy amigo de Platón, pero mucho más de la Verdad"...

Por esas cosas que suceden en la política de Uruguay -que según dijo una vez el ex presidente José Mujica Cordano "está por encima del derecho"- el partido al que pertenece el gobierno emite una declaración contraria a la oficial. Es decir, "me cago en la diplomacia", o "soy bravo y me aguanto", o, como diría mi querido tío Clodomiro a quien mucho extraño, "vos no sabés nada".

Es un comunicado que más que sorpresa causa decepción. Primero que nada, porque el gobierno del país -electo por la mayoría- se expresó al respecto. Y eso debiera bastar, más aún cuando ese gobierno salió de y pertenece a las filas de ese partido, el Frente Amplio. Un frente tan amplio que se siente con derecho -o con la obligación, vaya uno a saber- de publicar su propio análisis de la situación. Pero claro, es el mismo partido que frenó a sus representantes en el Ejecutivo un TLC con Estados Unidos, seguramente por desconfianza con el "imperialismo", que no quiere negocios con la Unión Europea ni tratados con la Alianza del Pacífico. Que considera que Cuba no es gobernada por una dictadura hereditaria, que Venezuela vive en democracia y que los delincuentes son producto de la desidia gubernamental aunque lleva tres períodos al frente del gobierno y con mayoría parlamentaria. Porque a treinta años de la recuperación del estado de derecho ya es más que absurdo achacar la violencia y los robos a "la dictadura cívico-militar" que el país padeció durante trece largos años.

Me resulta nada más y nada menos que una impresentable e indisciplinada muestra de la hipocresía "progresista". Impresentable porque un árbol le impide ver el bosque, e indisciplinada porque se supone -solo se supone, claro- que el partido que está en el gobierno para algo tuvo elecciones internas de donde surgió el candidato que fue votado por la mayoría de la población, en elecciones libres. Y porque cuando la siempre vigilante "oposición" les señala como "colcha de retazos" les inunda una santa indignación que debiera ser usada en mejores causas. Claro que apoyar a un "compañero" que se presenta con un título falso y que además vació una empresa pública es lo que corresponde, pero no callarse la boca cuando Cancillería publica un comunicado oficial obligado por las circunstancias.

El Frente Amplio está quedando, como lo diríamos en el campito, "en orsai".

Se quejan de "golpe de estado" en Brasil porque en el juicio político, llevado adelante por los 81 senadores presididos por el presidente del Supremo Tribunal Federal (equivalente a nuestra Suprema Corte de Justicia) que representa a los más de 115 millones de brasileños que votaron a sus representantes, de los cuales 61 -que representan a su vez a casi 87 millones de votantes- destituyeron a Dilma Rousseff -que había sido votada por 54 millones de votantes, casualmente la misma cantidad que votó a Temer como vicepresidente y ahora presidente constitucional del Brasil-

He escuchado a "progresistas" quejarse de que menos de cien senadores no deberían destituir a una presidente votada por 54 millones de personas (di números aclaratorios -oficiales- de la representativiodad de esos menos de cien legisladores)

¿Pero por qué sostengo que los progresistas son hipócritas? Muy simple. Ellos pretenden que sea "el pueblo" quien destituya al presidente que "el pueblo votó". Entonces, ¿para qué cornos sirven las elecciones? Como diría mi viejo profesor de Educación Cívica don Carlos Reberger, "las elecciones exigen representantes porque todo el pueblo no puede gobernar, entonces esos representantes nuestros legislan por nosotros". Así de claro lo entendí yo a mis trece años, y pasó ya mucho tiempo de eso...

Ahora bien. Tenemos el caso de Venezuela, donde Nicolás Maduro ganó las elecciones en un acto muy cuestionado. Sin embargo el comandante Hugo Chávez, en su reforma constitucional opus 5, previó el referendo revocatorio, justamente para que "el pueblo" puediera decidir sobre la continuidad de un gobierno. 

En Venezuela, las firmas necesarias -del pueblo- para convocar ese referendo revocatorio se juntaron en una semana: solo siete días para juntar más de seis veces la cantidad necesaria. Para convocar al referendo revocatorio que Maduro no convoca, negando la posibilidad "al pueblo" de decidir la continuidad de su gobierno. Pero obviamente, Maduro y sus socios Morales y Correa, más los "progresistas" de Nicaragua, Argentina y Uruguay, frente a esa flagrante violación constitucional no dicen nada, son cómplices de la violación democrática de un país suponiendo que esos millones de voluntades responden a los mandatos del "imperio", la CIA, Magnetto y Clarín, o vaya a saberse qué corporación oculta o visible "destituyente".

Ninguno de los gobernantes y partidos políticos arriba citados tiene el menor derecho o autoridad moral de criticar lo que sucedió en Brasil si continúa defendiendo al gobierno de la devastada Venezuela de Nicolás Maduro, que hasta un insospechable hombre de izquierdas como Almagro denuncia

Comparto la columna del politólogo Daniel Chasquetti, como de costumbre lúcido y transversal.

Sentimientos versus interés
01.Sep.2016

La destitución de Dilma Rousseff el pasado miércoles ha generado una fuerte contradicción en la izquierda uruguaya. Por un lado, el impeachment desató un intenso sentimiento de indignación por la forma en que el mismo fue procesado y por otro un poderoso sentimiento de solidaridad con la presidenta depuesta y su partido.

Esto es así porque el Frente Amplio y el Partido de los Trabajadores han sido desde su fundación partidos hermanos. Nacieron en los años setenta, sufrieron persecución bajo las dictaduras militares y construyeron su base política desde el activismo en los movimientos sociales. A lo largo de años, sus dirigentes han expresado una fuerte afinidad política en ámbitos tan distintos como el Foro de Sao Paulo o el Parlamento del Mercosur, al tiempo que desarrollaron una intensa relación bilateral. Por esa razón resultan comprensibles las reacciones de pesar, angustia y enfado de los dirigentes, militantes y votantes frentistas una vez conocido el resultado del impeachment.

Sin embargo, por otro lado, el Frente Amplio conduce el gobierno nacional y su responsabilidad como tal exige una visión más amplia que la meramente partidista o coyuntural. El despido de Dilma en Brasil confirma un cambio drástico en la correlación de fuerzas en la región, lo cual abre un nuevo escenario político con inesperadas consecuencias. El alineamiento de Argentina, Brasil y Paraguay obliga a Uruguay a redefinir su política con el fin de evitar el aislamiento. Al mismo tiempo, ese nuevo escenario parece abrir una ventana de oportunidades en materia comercial, pues la nueva mayoría conformada por esos tres países coincide básicamente con los reclamos que Uruguay realizara durante la última década. Paradojalmente, el regionalismo abierto tantas veces pregonado por el Frente Amplio encuentra mayores posibilidades de desarrollo en un escenario dominado por gobiernos de centro derecha que antes, cuando Brasil y Argentina (a partir del entendimiento Kirchner-Lula del 2003) perforaban la reglas básicas del bloque y abortaban todo intento de apertura comercial hacia otros actores internacionales. Desde esta perspectiva, el gobierno del Frente Amplio podría tener muchas más coincidencias en política comercial con los nuevos socios de centro derecha que lo que ocurría antes con sus hermanos ideológicos. No es casual el viaje del canciller brasileño José Serra a China, cuando Uruguay también está considerando avanzar en su relación comercial con ese país.

Como vemos, la contradicción parece dura de procesar pese a que en realidad no es nueva. Desde que el Frente Amplio llegó al gobierno, los partidos de la oposición se la han señalado sistemáticamente: se debe discernir entre los sentimientos que genera la familiaridad ideológica y el interés comercial del país. Brasil le duele mucho a la izquierda, pero el nuevo escenario invita a asumir una posición optimista. Manejar dicha tensión exigirá al gobierno mucha prudencia y sobre todo inteligencia. A los militantes de izquierda no les importa tanto la promesa de un futuro comercial cuando creen que lo que ocurrió en Brasil fue decididamente un golpe parlamentario. Desde esa perspectiva, esperan que Uruguay endurezca su política exterior y tome medidas similares a las de Venezuela, Ecuador o Bolivia. Retirar al embajador de Brasilia o plantear en el seno del Mercosur la violación de la cláusula democrática por parte de Brasil, serían algunas de las decisiones esperadas por este enfoque. Dicho camino colocaría a Uruguay muy próximo al bloque bolivariano y supondría un inconveniente alejamiento de los grandes del Mercosur.

Por tanto, la situación de Uruguay es tan incómoda como desafiante. Ir por el camino del medio exige algo más que buenas intenciones. Para gestionarla se necesita un fuerte liderazgo interno y una diplomacia internacional fina e inteligente. El liderazgo interno deberá ayudar a reflexionar sobre Brasil evitando los análisis simplistas y apasionados, con el fin de encontrar enseñanzas sobre el terrible derrotero de Dilma (se podría escribir un decálogo). La diplomacia, en cambio, deberá aprender a navegar en un escenario regional polarizado entre el bloque bolivariano y los nuevos socios de derecha, evitando ser juzgada por sus votantes ya sea por traicionar las afinidades ideológicas, ya sea por desaprovechar las oportunidades comerciales que en el futuro podrían abrirse. Todo un reto para un gobierno al que normalmente le cuesta hilar fino y que ahora, de buenas a primeras, se enfrenta a un escenario regional inmerso en un veloz proceso de cambios.




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